Mi último día

Hoy me desperté con los primeros rayos de luz del día. Usualmente suelo hacerlo con la alarma del teléfono, pero hoy fue diferente, una extraña sensación de felicidad invadió mi cuerpo al sentir esos rayos de luz sobre mi cara, lo cual hizo que mi día empezara un poco más temprano de lo habitual. No suelo prestar mucha atención a mi rutina del día a día, pero hoy es diferente, la música parece sonar más alegre de lo normal, el sol parece brillar con más intensidad y el camino de todos los días toma un aspecto mucho más divertido de lo que suele ser, no sé, quiero pensar que es un truco que me esta mandando la vida para no llevar acabo eso que llevo postergando ya un par de semanas, o es simplemente el hecho de que mientras más se acerca el momento veo las cosas con más claridad.

Durante mi mañana todo trascurre como cualquier otro día, reviso mi correo, hago algunas llamadas y hasta bromeo un poco con Alicia, mi compañera de oficina. Trato de no tomar mucho café, ya que debo mantener mi cabeza en calma y no acelerarla con una dosis extra de cafeína. Mientras pongo en orden mis cosas, suena mi playlist favorita, llevándome a recorrer muchos lugares y épocas que a través de mis recuerdos me sacan una sonrisa y no evitan que empiece a tararear, logrando así atraer una que otra mirada, que en lugar de juzgarme, parece divertirse conmigo. Si, ha sido una gran mañana y estoy seguro de que la tarde promete aún más.

Antes de salir a comer me despido como lo hago todos los días, pero se que esta ves no es un hasta luego sino un adiós definitivo, no logro disimular algo que confundo con alegría o nerviosismo, lo único que se es que la gente lo nota y siento como si en verdad lo supieran y se estuvieran despidiendo de mi de manera definitiva. Salgo a la calle y me pongo mis lentes obscuros, no podría pedir una tarde más perfecta. Empiezo a caminar y solo por hoy decido tomar el camino largo y me trato de enfocar en aquellas cosas a las que no suelo poner atención, y es ahí cuando noto como la gente me mira de manera distinta, como si mi ser irradiara algo, ya que me sonríen y me hacen sentir como una estrella de cine, sí se que no soy Brad Pitt, pero hoy me siento como él.

Llego muy puntual al restaurante donde quedamos de comer y si, como siempre soy el primero, pero esta vez no me molesta y le pido al mesero una margarita de tamarindo, se me hace agua la boca con tan solo mencionarla, si, hoy me voy a dar ese pequeño lujo de beber en la tarde y de dejarme consentir con lo que ofrezca esta tarde soleada de Junio. La primera en llegar es Karla, y como siempre lo hace disculpándose por su impuntualidad, pero se que nunca lo ha hecho con mala intención, simplemente el tiempo se le hace poco para su tan ajetreada vida laboral. Mientras se sienta, el mesero llega con mi margarita y extrañada me pregunta por mi decisión de bebida, a la cual solo le contesto guiñándole el ojo. Al cabo de un rato Juan Carlos y Patricio se hacen presentes y a partir de ese momento, las risas y las carcajadas se empiezan a hacer presentes y dan puerta a lo que se convierte en una de las muchas tardes para recordar y que he tenido oportunidad de compartir con estos amigos que hoy puedo llamar hermanos y que han sido parte de mi historia, creo que no podría ser más feliz que con esta gente que la vida tuvo la fortuna de ponerme en mi camino. No es hasta muy entrada la tarde cuando nos despedimos y quedamos de marcarnos para organizar la siguiente reunión, dejándola tentativamente para la siguiente semana a la misma hora y en el mismo lugar, quedando de confirmar solamente el día. Mientras los veo alejarse, se me hace un nudo en el estomago, se que es la última vez que los voy a ver y no logro evitar que un par de lagrimas se escapen, rompiendo con la alegría con la que estaba hasta hace un par de minutos. Trato de quedarme con el momento en que la risa cubría mi cara y empiezo a caminar hacía casa.

Los últimos rayos de luz se dejan asomar de entre los árboles y así como lo hicieron hoy en la mañana, se me llena el alma de alegría y no puedo evitar sentirme más vivo que nunca. Trato de guardar estas imágenes en mí cabeza y por primera vez no saco el teléfono para hacer un instagram y compartirle al mundo aquello que están viendo mis ojos, esta vez me las guardo solo para mi. Estoy por llegar a casa, cuando suena el teléfono y no logro evitar alegrarme al ver que es Pepe. Hace un par de meses que no lo veo y la platica que tenemos me llena el alma, es justo lo que necesito para darle el cierre perfecto a este día. Me despido y me quedo con la tranquilidad de que tuve la oportunidad de decirle adiós muy a mi manera y sabiendo que lo dejo con un buen sabor de boca con respecto a mi sentir en ese momento. Cierro la puerta detrás de mi y en mis adentros me despido de todo lo que viví en esas calles y en esta ciudad la cual me vio crecer y de la cual me llevo un sabor agridulce.

Creo que nunca llegue a ver mi casa con el cariño con la que la veo ahorita. Estoy consciente de que he sido muy afortunado de poder vivir aquí estos últimos años y no niego que he sido muy feliz, no sé, creo que cuando empiezas a ver las cosas como yo las estoy viendo en este momento, no te puedes sentir más que afortunado y agradecido con la vida. No puedo describir lo que siento en estos momentos, solo se que estoy tranquilo y que siento mucha paz. Abro una botella de vino, y como cualquier otra noche me siento en el sillón a contemplar lo que fue mi día, solo que esta vez las imágenes que llegan a la cabeza son las de una vida a la cual tengo mucho que agradecer y de la que me despido con una gran sonrisa en la boca. Poco a poco me empiezo a quedar dormido y me despido con un buenas noches y buen viaje.

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