«Mi encuentro con la muerte» (Parte 3)

img_0028El pabellón donde nos detenemos está muy cerca de la cripta a la cual me guió aquel espectro y trato de acercarme para ver qué nombre aparece en la placa, pero antes de hacerlo, siento como alguien me toma del brazo y me regresa con el resto de las personas. Cuando trato ver quien es, este ya se perdió entre los presentes y en ese momento inicia el servicio. Durante unos breves minutos nos perdemos en las palabras que los allegados le dedican a la difunta y es el sacerdote con su despedida el que hace que todos rompan en llanto. Una vez que el ataúd reposa ya en el pabellón, la gente se empieza a despedir y al final solo quedamos la nieta y yo. El cielo empieza a tronar y ella se acerca para darme un abrazo en el cual solamente me dice “gracias por estar aquí”. Me toma de la mano y por un par de segundos me ve fijamente a los ojos. Me suelta y con la mano extendida se empieza a alejar hasta que se da la vuelta y se pierde entre la bruma que ha empezado a cubrir todo a nuestro alrededor.

Poco a poco me dejo envolver por el silencio del lugar y perdido en mis pensamientos, empiezo a caminar hacia la cripta, la cual se deja ver entre la bruma y es iluminada por un rayo que cae en ese momento. Parado frente a ella, me acerco a leer la inscripción que está en la placa y compruebo que el nombre que ahí aparece no es el mío, sino el de alguien más que falleció hoy hace muchos años. Aún sin entender el porqué de todo lo que me ha pasado los últimos días, me siento y saco las fotografías para verlas una vez más y tratar de acomodar las piezas de este rompecabezas. De pronto un aire frío empieza a soplar y noto como la temperatura cae drásticamente. Volteo y veo como de la cripta sale aquel hombre de negro, pero esta vez le puedo ver la cara con total claridad y cuando lo hago siento que me falta el aire, y que al fin mi cabeza perdió la razón por completo. Sus ojos negros se clavan en los míos y nada ni nadie me pudo haber preparado para esto, pero ahora se quién es ese hombre, y ese hombre soy yo. Antes de poder pronunciar alguna palabra, se acerca a mí y con un tono de voz tan cortante como el cristal, me pide que lo acompañe.

Durante un momento parece como si estuviéramos perdidos entre las nubes, la bruma es tan densa que apenas nos deja ver lo que tenemos enfrente de nosotros. Las gárgolas y las estatuas parece que nos observan y en todo momento él va un paso delante de mí. Es hasta que nos detenemos enfrente de un pabellón que la bruma empieza a desaparecer y la visión empieza a ser más clara. Reconozco el lugar y lo sigo hasta su interior. Una vez dentro aún se pueden oler las flores frescas y el perfume de la nieta de aquella mujer que hasta hace un par de horas todavía estaba aquí despidiendo a su abuela. Me siento en una de las bancas y espero a que me diga o haga algo. El miedo que siento va más allá de cualquier explicación, y mientras observa un ramo de rosas blancas empieza a hablar.

“Laura y yo nos conocimos en el otoño de 1940 cuando ambos teníamos 17 años. En aquellos días yo trabajaba por las tardes en el café de la familia y solía verla pasar con su madre cuando iban a hacer la compra para su casa de huéspedes. Y fue una de esas tardes en las que al fin me armé de valor y me acerque a hablar con ella. Durante un par de horas caminamos por el pueblo y fue ahí cuando descubrí que ella era la mujer con la que me quería pasar el resto de mi vida. Al cabo de unos meses de cortejarla y como el protocolo de la época así lo marcaba, le pedí permiso a sus padres y le propuse matrimonio. Todo parecía marchar bien hasta que la guerra empezó a causar estragos en el país. Todas las fuerzas armadas se encontraban de servicio y cada vez eran más las bajas que se daban dentro del ejército. Todavía me acuerdo del día en el que recibí la carta en la que solicitaban que me presentara a la comisaría del pueblo para alistarme. La fecha era en dos semanas y trate por todos los medios de lograr que Laura se casara conmigo, pero sus padres se negaron y acordamos que nuestros planes se llevarían a cabo una vez que regresara de la guerra. No hubo un día de esas dos semanas que no pasara cada minuto del el con ella. Y fue una tarde del invierno de 1941 cuando partí a la guerra. Los primeros meses fueron muy duros y cada que podía le escribía un par de cartas, las cuales a veces eran contestadas y otras no, pero siempre fueron la razón para mantenerme cuerdo. No fue hasta el siguiente año que tuve oportunidad de regresar a casa, la guerra no había terminado, pero yo fui dado de baja por salud. Los doctores dijeron que se debía a una infección mal curada, pero la realidad era que estaba deprimido lo cual hacía imposible que me mantuviera en el frente. Siempre pensé que regresar a Laura sería la cura que tanto buscaba, pero no lo fue.”

El tronar del cielo hace que el hombre detenga el relato y con sus ojos negros clavados en mi me dice “para que conozcas el resto de la historia es necesario que te presente a alguien” y mientras trato de entender a qué se refiere, las rejas del pabellón se abren de par en par y la mujer de blanco se acerca poco a poco a nosotros y no es hasta que se cruzan sus miradas que me dice “ella es Laura, el amor de mi vida”. Se toman de las manos y sin dejar de mirarse ella continua con el relato.

“Aquella tarde ya nada podía salir mal. Todo estaba listo y mamá ya le arreglaba los últimos detalles al vestido. Papa y Susana ya me esperaban abajo para irnos a la iglesia. Parada frente al espejo no podía creer que al fin hubiera llegado el día y que después de todo lo que habíamos pasado al fin estaríamos juntos. La felicidad que me invadía era enorme y en lo único que pensaba era en la reacción que tendría Nicolás cuando me viera entrar a la iglesia. Afuera empezaba a llover, pero adentro lo único que se sentía era el calor y el amor de una familia hacia su hija. Cuando estoy lista para partir, empiezo a escuchar el sonido de puertas azotándose y de voces hablando más alto de lo normal. Mamá baja a ver qué sucede y me pide que espere, no le presto mucha atención y me quedo ahí, perdida una vez más en la imagen que veo en el espejo. Es un grito ahogado lo que me devuelve a la realidad y solo siento como la puerta se abre con fuerza detrás de mí y puedo ver la cara de mi madre reflejada en el espejo, su alegría se ha marchado y solo queda angustia y desesperación. Me toma de los brazos y me abraza con fuerza. Yo sin entender lo que está pasando le pido una explicación, pero no dice nada, solo mantiene sus brazos alrededor de mi cuerpo. Papá nos interrumpe y le pide a mi madre que deje la habitación. Cerrando la puerta detrás de ella, papá se sienta en la cama y me pide que lo acompañe. Con la voz entre cortada me dice que Nicolás ha muerto y saca una carta de su saco. Todo mi mundo se viene abajo y caigo al suelo. Al cabo de un par de minutos despierto recostada en la cama donde mamá y Susana me sostienen las manos. Veo la carta sobre el buró y les pido que me dejen sola, lo dudan por un momento pero lo hacen y me quedo ahí, buscando el momento para abrirla y tratar de entender el porqué de todo esto.”

 Laura se queda en silencio y Nicolás continua con el relato.

“Los últimos días habían sido difíciles, cada vez me costaba más levantarme de la cama y lo único que me mantenía en pie eran la compañía de Laura, la cual en ningún momento me dejaba solo y hacía todo lo posible para que olvidara el dolor que sentía. La mañana en que se llevaría a cabo la boda desperté con una sola idea en la cabeza y al fin llegue a la conclusión de que era el momento para hacerlo. Prefería que Laura sufriera por mi partida, que hacerla pasar por una vida llena de sufrimiento y atada una persona que ya no estaba en control de sus emociones. Creo que si tan solo me hubiera detenido a pensar que el amor que sentía por ella era más grande, aquello nunca hubiera sucedido. Lo primero que hago es escribirle una carta donde le expreso todo lo que siento por ella y hacerle saber que siempre fue el amor de mi vida. La guardo en un sobre y me visto con el traje que tenía pensado usar para la boda. Arreglo la casa y dejo todo en orden para que Laura no se vea en la necesidad de hacerse cargo de ella. Sin mirar atrás emprendo el camino al pueblo y dejo la carta en la oficina postal, la cual entrega la correspondencia local todos los días a las cinco. Y sin más me dirijo al cementerio para despedirme de mis padres y es el lugar que escojo para pasar mis últimas horas. Una vez que me despido de mis padres, saco la pistola y con un tiro directo a la cabeza acabo con mi vida.”

Noto como todo mi cuerpo esta helado y una sensación de vacío me inunda dejándome sin saber que hacer o pensar. Los dos me observan y sé que es momento de preguntarles cual es el motivo por el que me trajeron aquí y que papel es el que juego en toda esta historia. Los dos se quedan en silencio por un momento y la que decide hablar es Laura.

“Cuando leí la carta no puede entender porque mi amor por él no fue suficiente. Sin decir nada, salgo por la ventana de mi habitación y corro a su casa. Sabía que todo era verdad, pero hasta que no lo viera con mis propios ojos no podría creer que realmente hubiera sucedió. Toco sin cesar a la puerta y nadie me abre, me asomo por la venta de la estancia y veo que no hay nadie y que todo está tal cual lo dejo la última vez que lo vi. Totalmente desesperada lo empiezo a buscar por todos lados, pero no hay señales de él. La gente que me ve pasar trata de ayudarme, pero es como si no estuvieran, nada ni nadie puede con la desesperación y la angustia que cargo conmigo. Ya sin saber qué hacer y con el vestido totalmente deshecho, recuerdo que después de la boda quería ir al cementerio a saludar a sus padres y sé que es el último lugar donde lo podría encontrar. Sin siquiera pararme a tomar el aire me adentro en el cementerio, el cual para esas fechas todavía estaba en muy malas condiciones por las inundaciones de los últimos meses. No sabía con exactitud cuál era la cripta de su familia, por lo que reviso una a una y ya cuando estoy a punto de darme por vencida, veo unos zapatos negros que sobre salen de entre las paredes de piedra y con un grito ahogado doy con él. Lo tomo entre mis brazos y la sangre que corre por su cabeza cubre todo mi vestido blanco, nunca sentí tanta impotencia como aquel día y en aquel lugar. Mis lágrimas caen sin cesar y con un grito al cielo maldigo el momento en que la guerra me arrebato a mi único y gran amor. Al cabo de un par de horas, me levanto y con la intención de ir a buscar a mi familia y al médico del pueblo, empiezo a sentir como si alguien me estuviera observando y es ahí cuando veo a aquel hombre de negro que con los ojos más obscuros que he visto, me pregunta si puede hacer algo por mí. Le cuento todo lo sucedido y sin decir nada se empieza a alejar de nosotros.”

Nicolás interrumpe a Laura y nos advierte que hemos dejado de estar solos. El hombre de negro sale de entre la obscuridad del pabellón y es ahí cuando veo que es el mismo que se me presentó en el mini súper y afuera de mi casa. Sin introducciones y sin dar tiempo a que siquiera nos movamos empieza a hablar y su voz hace que nos perdamos una vez más.

“Mi querida Laura, sigues estando tan guapa como la última vez que nos vimos. Y en ti Nicolás puedo ver que la herida de bala ha desaparecido por completo y te ves como en aquel momento en que nos tomamos las fotografías antes de que te quitaras la vida. Sé que es difícil de creer, pero me alegra mucho que hoy nos volvamos a encontrar”.

Ahora su mirada apunta hacía mí y con el cuerpo totalmente petrificado, me clavo en la obscuridad de sus ojos y me dejo llevar”.

Mi estimado Javier, aunque ya nos hemos visto antes, no quiero dejar de aprovechar para decirte que es una lástima que nos tengamos que conocer en estas circunstancias. Como podrás ver a esta linda pareja ya la conozco de años atrás y como por más que has tratado de que te expliquen por qué estás aquí y no has obtenido la respuesta que quieres, creo que no hay nadie mejor que yo para dártela”.

Asiento con la cabeza y con una carcajada me dice “espero que entiendas que esto no es nada personal y que todo fue por una causa que va más allá de ti y de mi”. No entiendo a lo que se refiere, pero sé que al fin voy a entender el porqué.

“Aquel día en el cementerio, después de escuchar la historia trágica de Laura y Nicolás, decidí que darles la oportunidad de verse una vez más sería lo más indicado para que pudieran cerrar con broche de oro su gran historia de amor, por lo que espere a que Nicolás fuera enterrado y Laura se encontrara en su punto más vulnerable para que aceptara la propuesta que tenía que hacerle. Al cabo de un par de semanas, mientras todavía llevaba el luto y apenas empezaba recuperar un poco de su vida, me le presente en su casa una tarde en la que se encontraba en compañía de su mejor amiga Susana y la ocasión no pudo ir mejor, ya que el tener un testigo era lo mejor que podía pasar para que después no existieran arrepentimientos. Al verme en la puerta, no dudó en dejarme pasar ya que me reconoció de aquel encuentro que tuvimos en el cementerio. Mientras Susana prepara el té, le pido que me cuente una vez más su historia y con lágrimas en los ojos lo hace. Una vez que termina y que su amiga se nos ha vuelto a unir, le comento que tengo una propuesta que hacerle. Con incertidumbre y nerviosismo en su tono de voz, me dice que qué podría ofrecerle yo para hacerla sentir mejor y remediar una situación que ya no tenía solución. Susana me pregunta lo mismo y antes de que alguna de las dos pueda volver a hablar les propongo lo siguiente:

                  -Sé que en esta vida solo hay un gran amor y sé que el tuyo fue Nicolás. Ahora como bien sabrás, la muerte por suicidio no tiene muy buenas consecuencias y tú cuando mueras no podrás reunirte con él. ¿Qué me dirías si te dijera que ustedes dos podrían volver a estar juntos una vez más y ya no se tendrían que separarse nunca más?-.

Las dos se quedan totalmente sin palabras y como si fuera una reacción espontánea ambas asientan con la cabeza. Satisfecho con su respuesta y con una parte del trato ya cerrado, termino por decirles que como todo, esta propuesta tiene un precio y que si deciden aceptarlo ya no podrán hacer nada para deshacerla. Con temor en su cara y con la voz entre cortada es Laura la que me pregunta cuál es el precio. Espero un momento para contestar y sin tantos rodeos le pongo la oferta sobre la mesa.

                  -Como bien sabrás yo no puedo regresar a los muertos a la vida, pero hoy te prometo que a partir de este momento tendrás una vida plena y llena de dicha. Te casarás con un hombre bueno, el cual te llenara de cosas y te hará sentir la mujer más especial de este mundo, aunque como sé que pasará, tu nunca dejaras de pensar en Nicolás, pero al menos tendrás felicidad y formarás una linda familia con él. Ahora, poco antes de morir, lo cual te aseguro será en mucho tiempo, tendrás que ofrecerme a cambio la vida de un hombre al cual nunca conocerás y que será un vivo retrato de Nicolás. En tus últimos días yo mismo seré el responsable de presentarme con aquel hombre y de que venga hasta aquí, ya que él será el encargado de lograr que ustedes dos puedan estar juntos el resto de la eternidad. Y para que veas que no te engaño y que realmente quiero que ustedes dos vuelvan a estar juntos el día en que culmine nuestro acuerdo, el cual será el mismo día del aniversario de su muerte, te reunirás con Nicolás y serán tú y él los que se encarguen de entregarme a aquel hombre-.

Después de escuchar mi propuesta, Laura parece convencida, pero Susana deja de estarlo y trata de convencerla para que no lo haga. Y como si ya nada le importara, más que volverse a reunir con Nicolás extiende la mano y cerramos el trato. Ambas mujeres jamás vuelven a hablar de lo que pasó aquella tarde y a partir de ese momento sus vidas quedan atadas por ese secreto y por el recordatorio de lo que algún día habrá de suceder.”

El hombre de negro se queda en silencio y solamente deja escapar una risa irónica. Laura y Nicolás me observan y es ahí cuando se, que ha llegado el momento de cumplir y dar por terminado el trato. Me levanto y me coloco enfrente del hombre de negro en señal de que estoy listo para que haga conmigo lo que tenga que hacer. Y mientras esto sucede, solo veo como aquella pareja que alguna vez se juró amor entorno y que hoy vuelven a estar juntos para ya no separarse más, se aleja y desaparece entre la bruma.

Tomando mi mano, y con el tono sarcástico que ha mantenido durante todo muestro encuentro, se acerca y me susurra al oído:

“Bueno Javier, ahora que ya sabes quién soy y que tu vida me pertenece, porque no me dices que quieres y vemos si podemos llegar a un acuerdo”.

FIN

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